Bolsonaro sonríe como el Guasón pese a las malas noticias
El presidente ultraderechista se reúne con seguidores en momentos en
que la justicia investiga a diputados, empresarios y blogueros bolsonaristas,
todos sospechados de integrar o ser cómplices del "gabinete del odio"
desde el cual se conciben fake news.
Fuente:pagina12.com.ar
Imagen: EFE
31/05/2020
Desde Brasilia
Riéndose como el Guasón. Este domingo cuando saludó a los grupos
fascistas reunidos en el centro de Brasilia donde fue desplegado un cartel con
la frase "las fake news no son delito" y se corearon consignas a
favor de un golpe, Jair Bolsonaro repitió la misma carajada exhibida a menudo
cuando suelta alguna broma al hablar con los periodistas frente a la
residencia oficial, el Palacio de Alvorada. Son chistes concebidos para
infantes, por lo primarios, aunque su autor los celebra como si fueran
sagaces. A veces están cargados de homofobia, a veces son anticomunistas y
con una frecuencia cada vez mayor son ataques contra la prensa, incluso la
conservadora, de la que fue socio político hasta hace algún tiempo.
Los insultos y las amenazas de agresión física contra la prensa
llegaron a tal punto que el lunes último los diarios O Globo (del
multimedios hegemónico en el país) y Folha de San Paulo, junto al portal
de noticias UOL y la TV Bandeirantes anunciaron que dejaron de enviar a sus
movileros al portón de Alvorada.
Con el fin de ofender, pero sobre todo intimidar a la respetada
periodista Patricia Campos Mello, autora de artículos sobre una organización
encargada de publicar fake news, meses atrás Bolsonaro hizo un juego de
palabras insinuando que ella obtenía las informaciones a cambio de sexo. La
frase fue rematada con la risotada tóxica, festejada por un grupo de
simpatizantes, en su mayoría evangélicos, también reunidos frente el palacio
oficial.
El método del capitán es simple: usar la burla como ardid para
neutralizar cuestionamientos incómodos.
En otra ocasión, con media sonrisa, le preguntó a un periodista – el
cual estaba interesado en saber por qué escondía los tests sobre el coronavirus
- si quería tener relaciones homoafectivas con el presidente.
Con en los últimos días el jocker tropical dejó las chanzas de lado, o
al menos no abusó de ellas, cuando el escándalo de las fake news llegó a
mayores.
Por orden del Supremo Tribunal Federal fueron allanados o visitados los
domicilios de 29 diputados, empresarios y blogueros bolsonaristas, todos
sospechados de integrar o ser cómplices del "gabinete del odio" desde
el cual se conciben noticias falsas y se intimida a políticos opositores,
jueces e intelectuales.
Brasil entero sabe, y el voceros oficiosos del oficialismo llegan a
admitirlo, que ese "gabinete" existe desde la campaña electoral de
2018.
Actualmente la usina de noticias fraguadas - menudean los mensajes en
favor de un gobierno de facto - cuyas oficinas funcionan en el tercer piso del
Palacio del Planalto, a metros del despacho presidencial. El jefe de la
"organización delictiva" (así la llamó un juez del Supremo) es Carlos
Bolsonaro, alias "02", el segundo de los cuatro hijos del gobernante.
Hay dos procesos en el Supremo que parecen haber puesto al bolsonarismo
contra las cuerdas: uno a cargo del juez Celso de Mello y otro sustanciado por
Alexandre de Moraes.
Ambos magistrados fueron hostilizados por el gobernante la semana
pasada durante una declaración, en tono de manifiesto inaugural de un régimen
de facto, en el que bramó "ya basta, mierda" junto con la exigencia
de que los procesos en cuestión sean archivados.
De no ser así, avisó, podrá surgir un "pseudodictador de
derecha", refiriéndose obviamente a un futuro gobierno suyo.
En paralelo el diputado Eduardo Bolsonaro, otro de los hijos
presidenciales, éste conocido por el mote "03", decía en una
entrevista a un canal de youtube que "la cuestión no es si va a haber un
golpe, la cuestión es cuándo" (transcripción casi textual de una frase
dicha por alguien ajeno al dominio de la sintaxis portuguesa).
Este domingo los diarios más importantes, ninguno de ellos progresista,
publicaron un mensaje del juez Celso de Mello dirigido a los diez colegas del
Supremo en el que asemeja la tensión imperante, agravada en los últimos días
por el proceso de las noticias falsas, con el surgimiento del nazismo.
"Guardadas las debidas proporciones, el huevo de la serpiente,
semejante al (incubado) durante la República de Weimar (1919-1933) está pronto
a hacer eclosión en Brasil".
"Es preciso resistir a la destrucción del orden democrático
necesario (...) Para evitar que ocurra (como en Alemania) cuando Hitler,
después de ser elegido por el voto popular impuso un sistema totalitario",
escribió el juez.
La gravedad de esta coyuntura del régimen post democrático, es que su
jefe, vencedor del ballottage de octubre de 2018, parece interesado en llevarlo
hasta el precipicio.
Esto porque el escándalo de las "fake news" amenaza
derrumbar a un sistema de desinformación vital para mantener el pie al gobierno que
depende de la adhesión del público más fanatizado, el cual representa su
electorado cautivo.
El bolsonarismo llegó al poder enancado en las fake news y la
alianza, ahora rota, con prensa corporativa, que dejó de contribuir a su
propaganda. Y en algunos casos se comporta como frontal opositora al Planalto.
Sumadas a la labor del Supremo continúan las tareas de la Comisión
Parlamentaria Investigadora sobre las Fake News, donde ya se reveló que
el sistema obtuvo millones de dólares desde hace al menos dos años, durante la
campaña en que Bolsonaro derrotó a Fernando Haddad, el postulante petista
apadrinado de Luiz Inácio Lula da Silva, quien había sido proscripto cuando era
el candidato favorito.
Hay más: el Tribunal Superior Electoral acaba de anunciar que
pondrá la lupa sobre lo ocurrido en aquellos comicios y que uno de los temas es
cómo se engañó a los electores con millones de disparos de fake news enviados a
los grupos de Whatsapp. Si quedara demostrado que hubo ésa y otras
irregularidades podría ser destituida la fórmula Jair Bolsonaro- Hamilton
Mourao. Se trata de una hipótesis por el momento lejana, pero no imposible. De
allí que el gobernante ha dejado de reír (o no lo hace tanto) en los últimos
días.

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