El ídolo que recibió un inesperado nocaut mortal
Fue campeón
argentino de los pesados, enfrentó sin éxito a Frazier y Ellis, pero el mundo
lo recordará por cómo llegó a poner en aprietos al mismísimo Alí
22/05/2020
Era un
grandote con alma de chico y su voz finita no se condecía con su
porte. Desde las calles de Parque Patricios conquistó el mundo del
boxeo en la época más brillante de la categoría pesado. Fue el primer
pugilista en codearse con la crema artística de Buenos Aires, que lo
disfrutó también en su faceta de actor y cantante. Era zurdo, pero con su
fuerte derecha mandó a la lona a más de un desprevenido. Peleó con guapeza
contra campeones de la talla de Joe Frazier, Jimmy Ellis, Floyd Patterson
y hasta el mismísimo Muhammad Ali, al que en la previa logró sacar de las
casillas y sobre el cuadrilátero tampoco se la hizo fácil. A Oscar Natalio
Bonavena le faltó acaso la gloria de una corona mundial; sin embargo, el
popular Ringo obtuvo debido reconocimiento a fuerza de piñas, nobleza y simpatía.
A 44 años de ser asesinado a sangre fría de un escopetazo en la puerta de un
prostíbulo en la ciudad estadounidense de Reno, crónica del
deportista que inmortalizó las ravioladas televisadas de domingo junto
a su mamá, doña Dominga.
* Los
inicios. El joven Bonavena soñaba en el gimnasio de Huracán, club de
sus amores, con llegar a ser como Rocky Marciano, aquel campeón mundial de peso
pesado que se retiró invicto. Aunque a veces Ringo perdía la chaveta, como
cuando le mordió una tetilla al norteamericano Lee Carr mientras
peleaba en los Panamericanos de San Pablo en 1963, y la Federación
Argentina de Boxeo lo castigó con un año de suspensión.
Pero el
díscolo pugilista transformaba errores de juventud en virtuosas aventuras,
ya que la mentada sanción no le impidió foguearse en los Estados Unidos,
donde consiguió nueve victorias al hilo, cinco de ellas en el Madison Square
Garden. Tras caer ante el estadounidense Zora Folley, decidió
volver a la Argentina ya con la sanción cumplida.
El 4 de
septiembre de 1965, en la velada con mayor afluencia de público en la
historia del Luna Park, con más de 28 mil espectadores, Gregorio Peralta -campeón
argentino de la máxima categoría- defendía su cinturón ante el histriónico
y pendenciero Ringo.
"Díganle
a Peralta que lleve la cédula porque después de la pelea no lo va a conocer ni
su vieja… Este muchacho fue campeón porque yo estaba en Nueva York. Lo
único que me hace falta es que el referí sepa contar hasta diez", se
pavoneaba el retador, que logró derribar a Peralta en el quinto asalto y se
quedó con el título. "Somos del barrio, del barrio de la Quema; somos
del barrio de Ringo Bonavena", bramaba el público desde las
gradas. Nacía la leyenda. Pero el cetro le duraría apenas un
año.
* Hazte fama. Bonavena
no sólo se dedicó a boxear. También participó en tres películas, grabó un
disco con el grupo uruguayo Los Shakers (que tuvo en "Pío
pío" su primer corte de difusión), actuó en teatro de
revistas y hasta tuvo su propio programa de TV.
Era evidente
que sus actividades extraboxísticas hacían que su rendimiento tuviera
altibajos. Así lo reflejaron las caídas ante Frazier (en dos
oportunidades) y Ellis. No obstante, fue preparando el terreno para la que
resultó su pelea más significativa.
* Duelo de
bravucones. Si bien no hubo ningún título mundial en juego, pocos
olvidarán la noche del 7 de diciembre de 1970 en el Madison Square
Garden, cuando el otrora Cassius Clay -que volvía al ruedo tras
negarse a luchar en la Guerra de Vietnam- se plantó cara a cara
con el más argentino de los boxeadores. En la previa, Ali
aseguró que su contrincante le duraría unos nueve rounds. Pero Bonavena
contraatacó con una doble ofensa: lo tildó de "gallina" y lo
llamó "Clay", su nombre de nacimiento antes de convertirse al islam,
lo que sacó de eje al nacido en Louisville.
En el
combate a 15 rounds ambos se repartieron golpes a gusto e incluso el
Madison se paralizó cuando Bonavena llegó a tener a su oponente a su
merced en el décimo. Sin embargo, en el último asalto Ringo tocó
tres veces el suelo y Ali se quedó con la pelea con una certera
combinación de golpes. Tras la contienda, Ringo se disculpó por sus
palabras en la antesala y calificó de "campeón" a Ali, quien a
su turno aseguró que el argentino había sido un adversario de fuste y
al que había que tener en cuenta.
* El
declive. En 1972 ocurrieron dos hechos significativos pero bien disímiles
en la vida de Bonavena: fue vencido por Patterson y se transformó en un
verdadero pionero al contratar de su propio bolsillo para su
querido Huracán al talentoso Daniel Willington, que años antes había
sido ídolo de Vélez Sarsfield.
Ya no era el
boxeador de antes y el ocaso flotaba en el aire. Sin embargo, el 1°
de noviembre de 1975, el estadio de Corrientes y Bouchard se volvió a llenar como
en sus mejores jornadas para asistir a una nueva victoria de Ringo ante
su compatriota Reinaldo Gorosito. Sin saberlo, el ídolo se despedía así de
su público.
* Malas
compañías. Con la promesa de que tendría una revancha con Ali, Bonavena
firmó un contrato de representatividad con Joe Montano, quien a su vez lo
transfirió al siciliano Joe Conforte, propietario en Estados Unidos del
"Mustang Ranch", un prostíbulo del estado de Nevada disfrazado de
casino.
En febrero
de 1976, Ringo le ganó a Billy Joiner en Reno. En plena decadencia, vivía en
una casa rodante cerca del citado burdel. Aquél sería su último combate, porque
la cuenta regresiva rumbo a una inesperada muerte se inició con la
amistosa relación que mantenía con la señora Sally Conforte, devenida manager
del boxeador. Y este vínculo no era precisamente del agrado de su marido
mafioso, que en la madrugada del 22 de mayo ordenó a Ross Brymer, guardaespaldas
del "Mustang Ranch", que acabara con el insistente Ringo, que
pretendía entrar de prepo al citado burdel. Una de las seis balas de
aquella escopeta Remington 30-08 atravesó el corazón de Bonavena y le
provocó la muerte instantánea a los 33 años.
El cuerpo
del boxeador, que dejó un registro de 58 peleas ganadas, 9 perdidas y 1
empate, fue velado una semana después en el Luna Park y despedido por unas
150.000 personas. Verdadero icono de la porteñidad, Ringo dejó la
huella de su potente pegada, el recuerdo de su generosidad y una estatua a él
dedicada en su amado Parque Patricios.
Cuando
Galíndez fue guapo en Sudáfrica
Hacía ya
casi dos meses que reinaba el terror que inspiraba el gobierno militar. Y ese
mismo 22 de mayo, en Sudáfrica, Víctor Emilio Galíndez defendía el título
mundial medio pesado ante el estadounidense Richie Kates. El Leopardo de
Morón emprendía en Johanesburgo su undécima defensa, pero en el tercer
round su rival le cortó la ceja derecha con un artero cabezazo y le abrió una
herida profunda. En el banco argentino pidieron la descalificación de Kates. Sin
embargo, la pelea continuó. Galíndez casi no tenía visión del ojo
derecho y su oponente no paraba de golpearlo en busca del nocaut. El
argentino resistía como podía y para secarse la sangre que le manaba, se
servía de la camisa del árbitro Stanley Christodoulou, imagen
que recorrió el mundo y certificaba el nivel de dramatismo que tenía
la contienda. Malherido, sangrante y exhausto, Galíndez hizo de tripas
corazón y metió un tremendo gancho de zurda que impactó de lleno en la
humanidad de Kates para decretar, a 30 segundos del final del 15° round,
uno de los nocauts más impactantes de la historia del boxeo. La
victoria de ribetes épicos elevó a Galíndez al umbral de los ídolos, la
misma jornada en que a unos 20.000 kilómetros de distancia caía abatido el
desfachatado Ringo Bonavena.
Fuente:pagina12.com.ar

No hay comentarios