Milei simula odiar a los medios y Larreta simula tener un plan: dos caras del vacío político argentino
Milei ataca a la prensa para construir su personaje; Larreta se recicla sin rumbo. Ambos encarnan la crisis de insustancialidad de la política argentina.
Javier Milei cuando desfilaba por los canales de TV (NA/Redes Sociales) Agencia Noticias Argentinas
04/05/2025
La política argentina está sumida en un pozo de insustancialidad. Milei habla en contra de los periodistas porque le conviene, y los periodistas se victimizan por la misma razón. Milei es un producto de los medios, mantiene vínculos con muchos periodistas y propietarios de medios, pero, para consolidar su imagen, simula odiarlos. Cualquier debate en torno a eso es trivial. Solo representa un paso más en la vulgarización de la vida pública.
La campaña en la ciudad es, también, una banalidad
insoportable. Los candidatos hablan como si fueran postulados a
emperadores capaces de resolverlo todo, cuando en realidad se presentan
como legisladores locales, sin ningún poder ejecutivo.
Entre tanta decadencia intelectual, lo
de Larreta asusta. No parece haber fondo en el pozo en el que ha caído el
ex jefe de gobierno. Siempre recuerdo cuando fue electo por primera vez: me
convocó para su equipo, y antes de asumir hizo un retiro con una especie de
coach (una idiotez), quien preguntaba a todos cuál era su objetivo. La
respuesta unánime fue: “que Horacio llegue a presidente”. El hombre
acababa de ser electo jefe de gobierno, y de lo único que hablaban él y los
aduladores que lo rodeaban era de su futura presidencia. La ciudad no
era más que un escalón hacia su verdadero objetivo. Desafortunadamente
para los contribuyentes, terminó siendo la caja de una campaña
electoral tan costosa como ridícula.
Ahora se postula como legislador, pero dice que quiere ser
jefe de gobierno. El cargo al que se presenta le es indiferente. Larreta
se rodea de mediocres que le dicen todo que sí. Cualquiera con criterio
propio es inmediatamente eyectado de su entorno. Él es un compendio
perfecto que explica por qué la gente odia a los políticos. Habla
de la “conurbanización” de la ciudad, soslayando que los procesos de decadencia
urbana son largos. La decadencia de la ciudad comenzó con Larreta,
básicamente porque estaba concentrado en su carrera presidencial: no
desalojaba piquetes para evitar costos políticos, rompía veredas en
buen estado para financiar su campaña, abrazaba postulados de la
agenda woke porque estaba de moda, y los indigentes intelectuales
que lo rodeaban hablaban en inclusivo.
En lugar de hacer autocrítica por todo eso, dice que “fue
un error haber traído del conurbano a Jorge Macri”. Olvida mencionar que,
en las elecciones a jefe de gobierno, apoyaba —y llenaba de cargos y dinero— a
Martín Lousteau por su absurda idea de captar votos radicales para su patética
campaña presidencial. Integraba un partido (el PRO) y financiaba al
candidato opositor dentro del mismo espacio. Larreta es igual a su
amigo Massa: todo lo que hacen en política es por beneficio personal, nunca por
vocación de gestión.
Políticos como Larreta y Massa acumulan tanto desprecio
que terminan generando fenómenos como Milei. Cuando se impone el
término “casta” es porque hay políticos que actúan como tal.
Ahora, en el tramo más descarnado de su decadencia, Larreta
presenta una lista solo para arañar votos de su viejo partido y favorecer al
peronismo. Su lista (Tagliaferri, Telerman) tiene peronistas. Terminará
en el peronismo, que es donde empezó.
En cualquier caso, su amargura es evidente. Quiere
vengarse y proyectar en los demás el fracaso de su carrera presidencial.
Ese es el gran error de los políticos: necesitan
depositar la culpa en los demás por sus garrafales errores. Mientras
tanto, la gente tiene que soportar que su calidad de vida no mejore,
observando por televisión el gran teatro de la decadencia personal de
quienes deberían gestionar lo público en favor de los ciudadanos.
Fuente:noticiasargentinas.com
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