25 de Mayo, 2003-2020: Néstor, Alberto, y la espiral de la historia
La idea de que la historia se repite fue desarrollada por algunos de
los más geniales pensadores de las Ciencias Sociales de la modernidad. En otro
campo, en el de la Física, Stephen Hawking sostuvo que el universo (no la
historia humana) es caótico, no tiene un orden, ni un sentido, ni un destino.
24/05/2020
25 de Mayo de 2003. Néstor Kirchner está parado detrás de un escritorio
señorial en Salón Blanco de la Casa Rosada. Tiene una curita en la frente. Es
para tapar el corte que se había hecho un rato antes. Se había golpeado con la
cámara de un periodista porque había roto el protocolo para abrazar a muchas de
las miles de personas que habían salido a festejar la asunción del nuevo
gobierno. En esas imágenes –antes de llegar a la Rosada– a Kirchner se lo ve
disfrutar en medio de la multitud. Parece un niño que llega a la playa y sin
sacarse la ropa corre hacia el mar para zambullirse en el oleaje. Su felicidad
es inocultable. Quizás es un íntimo placer que le da la política: la posibilidad
de abrazarse a cada rato.
Salón Blanco. Kirchner es alto, sonriente, inquieto. Es conocido que no
lo hace demasiado feliz el protocolo, los rituales que forman parte de la
construcción de la majestad del poder. Es todo lo contrario de lo que luego
será Macri, cuando asuma –12 años después– y sufra la frustración de que Marcos
Peña no le pueda conseguir el Cadillac descapotable con el que querrá recorrer
Avenida de Mayo hacia la Rosada. Quizás será una bendición porque en las
veredas de la avenida detrás de las vallas no estarán las multitudes que Macri
querrá ver. Será, claro, culpa del clima que no acompañará.
25 de Mayo de 2003. La cámara que recorre el salón de la jura se posa
sobre la imagen de Máximo Kirchner. Tiene 26 años. Saco, corbata, pelo largo.
La derecha descubrirá luego al joven que fundará una organización juvenil de
alcance nacional y mucho más adelante será pieza clave en el armado político
que derrotará a Macri en la reelección. Pero, con su extraordinaria capacidad
para observar en lo más profundo de los seres humanos, los medios descubrirán
que la verdadera pasión de ese joven es jugar a la Play y se lo contarán al
mundo entero.
Alberto Fernández está en primera fila. Su bigote aún no se encanece.
El actual presidente es el primer ministro en jurar. Luce conmovido, como se lo
verá –16 años después– en uno de los actos de cierre de su campaña presidencial,
en Mar del Plata, cuando sentado junto a Cristina recuerde a su amigo Néstor y
los ojos se le inunden de lágrimas hasta desbordarse.
Ahora, 25 de Mayo de 2003, Salón Blanco. El escribano oficial lee.
Alberto guiña un ojo, levanta el pulgar. Lee Kirchner y Alberto lo mira a los
ojos. Néstor tiene que alternar la mirada entre el papel y su flamante jefe de
Gabinete. Alberto no mueve la mirada de los ojos de Kirchner. Puede resultar
intimidante si no se conoce el afecto que hay detrás. Alberto respira profundo.
Es nítida la mezcla de nerviosismo y emoción que agita su respiración. Posa la
mano sobre la Biblia y jura. Se abraza con Kirchner. El actual presidente
contará después que en ese momento le dijo a Néstor “llegamos” y que Kirchner
le respondió: “Ahora, ponete a la laburar”. Y ambos se rieron. De las muchas
cosas que pasan por los pensamientos de Alberto Fernández en ese instante es probable
que no esté su imagen haciendo jurar a sus ministros 16 años después.
Quizás la historia se mueva en espiral o quizás sea caótica. Pero al
recordar esa escena del 25 de Mayo de 2003 y al pensar en lo que vino después,
los ocho años de Cristina, los cuatro del macrismo y el momento actual, pueda
decirse, sobre estas idas y vueltas, parafraseando a Hugo Chávez en Mar del
Plata: el kirchnerismo nunca se fue. Estaba de parranda.
Fuente:Tiempo Argentino
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