Los talibanes amenazan con agravar la crisis humanitaria que dejaron las potencias
Tras cuatro décadas de conflictos armados internos y ocupaciones extranjeras, la mitad de la población está bajo la línea de la pobreza, una de cada tres personas pasa hambre y uno de cada dos niños menores de cinco años sufre desnutrición aguda.
20/08/2021
La anulación de derechos de mujeres y niñas ante la imposición
de la ley islámica y la inseguridad de los cientos de miles de desplazados
forzados tras la toma del poder de los talibanes en Afganistán amenazan
con agravar una crisis humanitaria que existía previamente tras 40 años de
guerras impulsadas por potencias extranjeras que dejaron cifras de
desplazados, pobreza y de inseguridad alimentaria que se ubican entre las más
altas del mundo.
Aunque la repercusión mediática era menor, la situación ya era
preocupante mucho antes del ingreso de los insurgentes a Kabul: a inicios
de este año había unas 18,4 millones de afganos, casi la mitad de la
población, bajo la línea de la pobreza, de acuerdo a un informe de la
Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
Afganistán era además el segundo país del mundo con mayor cantidad de
habitantes con inseguridad alimentaria, con uno de cada tres
ciudadanos con hambre y uno de cada dos niños menores de cinco años sufriendo
desnutrición aguda, según el mismo trabajo y datos del Programa Mundial de
Alimentos.
Las cuatro décadas de guerra por conflictos internos
y ocupaciones de potencias extranjeras, desastres naturales
recurrentes (el país se enfrenta a la segunda sequía severa en tres
años), pobreza crónica y más recientemente la pandemia de coronavirus son
algunos de los factores que de alguna forma explican esta catástrofe
humanitaria.
La cuestión de los refugiados es un termómetro de este panorama: el país
islámico y bisagra entre Asia Central y del Sur está entre los tres que más
aportan al total el mundo, solamente detrás de Siria y Venezuela.
Unas 2,6 millones de personas refugiadas en el exterior están registradas
como procedentes de Afganistán, además de unos 4,8 millones de desplazados
internos, de acuerdo con Acnur, el organismo de la ONU especializado en el
tema.
El rápido avance talibán ante la retirada de las tropas internacionales agravó
la situación, con un cuarto de millón de personas obligadas a huir de sus casas
desde fines de mayo, 80% de ellas mujeres y niñas, también según el monitoreo
de Acnur.
El número total de desplazados forzosos ante esta última ofensiva es incierto todavía, con miles de afganos atrapados en la "tierra de nadie" que constituye el territorio entre los puntos de control de los talibanes y la alambrada instalada por los estadounidenses alrededor del aeropuerto de la capital, única vía para eventualmente escapar del país.
Se requieren muchos dedos para señalar a los responsables de esta catástrofe humanitaria: las guerras y años de Gobierno liderados por el fundamentalismo islámico, el recientemente depuesto Ejecutivo afgano que se ubicó en el puesto 165 entre 179 países en el último Índice de Percepción de Corrupción que realiza la ONG Transparencia Internacional y el desmanejo de Estados Unidos y sus aliados en 20 años de ocupación.
En este lapso, gobiernos demócratas y republicanos
que ocuparon la Casa Blanca gastaron unos 978 mil millones de dólares en
Afganistán, la gran mayoría en operaciones militares y en mantener
a los soldados, y solamente el 3,7% fue destinado a mejorar la
gobernanza y el desarrollo del país, graficó la cadena británica
BBC.
La responsabilidad de todos los actores del conflicto en la actual crisis
humanitaria quedó reflejada en una carta que escribieron en estos días dos
expertos de Médicos Sin Fronteras (MSF) que trabajaron en el país y que se
titula: "¿Hablaremos con los talibanes? ¿Por qué no? Siempre lo hemos
hecho".
En la misiva, firmada por el especialista en Asuntos Humanitarios Christopher
Stokes y el director del Departamento de Análisis Jonathan Whittall, recuerdan
primero el bombardeo aéreo estadounidense al hospital de la ciudad afgana de
Kunduz en 2015 que mató a 42 personas entre médicos de la ONG, pacientes y
familiares.
"El hecho nos demostró las zonas grises que existen en tales conflictos: la ayuda es tolerada y aceptada cuando aumenta la legitimidad del Estado, pero se vuelve susceptible de ser destruida cuando cae en un territorio donde comunidades enteras son designadas como enemigas hostiles y cuando el Estado está a la defensiva. Esta zona gris es cultivada por ambigüedades legales entre el derecho nacional e internacional, creando entornos propicios para lo que las autoridades estadounidenses categorizaron como 'errores'", señalaron.
El año pasado la organización humanitaria sufrió otro golpe, esta vez causado por un actor diferente del conflicto: la maternidad de Dasht-e-Barchi en Kabul fue "brutalmente atacada, muy probablemente por el Estado Islámico", y fallecieron 24 personas.
El final de la carta resume el panorama actual y el rol de
las pocas ONGs que quedaron en el territorio tras la toma del poder de los
talibanes: "Afganistán muestra cómo la construcción de una nación liderada
por extranjeros puede fracasar y cómo las contribuciones de los actores
humanitarios a tales esfuerzos son mínimas. También muestra que nuestro trabajo
puede salvar la mayor cantidad de vidas cuando somos capaces de ser lo más
independientes posible, tanto cuando se está construyendo un Estado como cuando
se derrumba".
Fuente:telam.com.ar
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