Hace 20 años moría Rodrigo, el embajador del cuarteto en Buenos Aires con aires de rockstar
En un nuevo aniversario de la muerte del carismático
cantante cordobés, Télam repasa su historia desde su infancia, su juventud, su
llegada al público porteño y los vínculos con los rockeros más importantes del
país.

21/06/2020
Hace 20
años, en el mejor momento de su carrera, con grandes convocatorias de público,
una fuerte presencia mediática y una profusa cantidad de hits coreados por
todas las edades, moría en un accidente automovilístico, a los 27 años, Rodrigo
Bueno, "El Potro", el músico cordobés que popularizó el cuarteto en
Buenos Aires, a partir de una propuesta artística que lo acercaba al estatus de
una característica estrella de rock.
La vida de
Rodrigo, con su vertiginoso ascenso, su encandilante estrellato y la intensidad
de cada uno de los acontecimientos que lo rodeaban, pareciera incluso
simbolizar aquel viejo adagio punk que sugiere vivir rápido y morir joven, que
terminó de tomar sentido definitivo la madrugada del sábado 24 de junio de
2000, cuando se estrelló la camioneta en la que viajaba junto a un grupo de
colaboradores y amigos, en la Autopista Buenos Aires-La Plata.
Aunque hacía
varios años que venía batallando para conquistar al público porteño, fue recién
poco antes de su muerte que el cuartetero comenzó a gozar las mieles del éxito,
gracias al irresistible ritmo y las pegadizas melodías de sus canciones, y a su
inconmensurable carisma.
No había en
aquellos días una persona de cualquier edad y clase social que desconociera
éxitos como "Lo mejor del amor", "Soy cordobés", "El
amor sobre toda diferencia social", "Y voló", "Cómo
olvidarla" y "La mano de Dios", entre otros.

Pero nadie
tampoco era indiferente al fenómeno Rodrigo, un verdadero torbellino que, en
vez de mostrarse como un sumiso y agradecido artista del interior, tal como lo
hacían varios de sus pares al actuar en Buenos Aires; eligió pasear su halo de
estrella de rock, capaz de relacionarse como par con iconos populares como
Charly García, Diego Maradona y Susana Giménez.
De esta
manera, el artista comenzó a tejer su leyenda, incluso antes del momento fatal,
camino a Buenos Aires, a la altura de Berazategui, que como extraña frutilla
del postre le permitió acceder al dudoso privilegio de pertenecer al "Club
de los 27", el panteón que reúne a celebridades del rock muertas a esa
edad, como Jimy Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones, Kurt Cobain y
Amy Winehouse.
Acaso por
esto, "El Potro" logró convertirse en un verdadero embajador de la
música cordobesa en territorio porteño; a diferencia del máximo referente del
género, Carlos "La Mona" Jiménez, quien reina en su provincia y
mantiene su identidad provincial intacta.
Hijo de un
productor musical y una compositora, tuvo un precoz debut discográfico a los
cinco años, con un álbum infantil llamado "Disco Baby" y distintas
colaboraciones con el grupo Chébere.
También
temprana fue su llegada a Buenos Aires, a los 14 años, en busca de un éxito que
le resultaba esquivo en su tierra natal.
A partir de
1987, Rodrigo grabó una gran cantidad de discos y actuó en las más reconocidas
bailantas porteñas y del conurbano, en tiempos en que la música tropical
comenzaba a ganar espacio entre los jóvenes de clase media.

Sin embargo,
su tendencia a la música romántica y su imagen con pelo largo y camisas
coloridas, tan característica de los artistas del género de la época, no
colaboraban a aportar algún rasgo distintivo que le permitiera sobresalir del
resto.
Pero en la
segunda mitad de la década del `90, su carrera dio un vuelco definitivo cuando
decidió apelar a su música de raíz y a ir cambiando de a poco su imagen, hasta
llegar al pelo corto y colorido, más común en el mundo estético del rock que
del cuarteto.
Como si eso
fuera poco, uno de los primeros grandes éxitos de Rodrigo, "Himno del
cucumelo", era precisamente una composición perteneciente a Las Manos de
Filippi, un grupo que se mueve dentro del universo del rock.
A partir de
allí se sucedió un éxito tras otro, con los títulos mencionados antes, y una
cada vez mayor presencia mediática, que de manera paulatina fue trascendiendo
lo estrictamente artístico.
De esta
manera, Rodrigo comenzó a ser una figura capaz de visitar a Maradona en Cuba
mientras realizaba un tratamiento de rehabilitación de las drogas, de salir de
juerga con Charly García o ser protagonista de fogosos y mediáticos romances.
Así también
comenzaron a circular por los programas de chimentos un sinfín de personajes
satélites que, sin estar exentos de escándalos, alimentaban la fama del
cuartetero que había provocado en la clase media porteña una especie de
fascinación por la cultura cordobesa.
Poco antes
de su muerte, en abril de 2000, Rodrigo vivió el momento culminante de su
carrera cuando llenó varios estadios Luna Park, en una ambiciosa puesta que
contó con un imponente despliegue mediático.
Como un
guiño a la "porteñidad", ante una multitud, el artista se presentó
caracterizado como un boxeador, justo en ese reducto que guarda los ecos de
tradicionales veladas que hacen a la historia cultural de la ciudad. En ese
gesto y la respuesta obtenida, quedó sellado el romance definitivo entre el
músico y Buenos Aires.

Como
estigma, sin embargo, le quedaría la forma escéptica con que era visto en los
ámbitos rockeros. A modo de ejemplo, cuenta la leyenda que en una ajetreada
noche al lado de Charly García, como forma de sellar la amistad, le dijo que
alguna vez deberían grabar algo juntos, a lo que el hombre del bigote bicolor
respondió con un tajante: "Todo tiene su límite".
Acaso
marcado por el destino, la noche del 23 de junio de 2000, Rodrigo coincidió en
un lugar con Fernando Olmedo, hijo del recordado Alberto Olmedo, y lo invitó a
que lo acompañara por los distintos locales en donde debía actuar.
Tras varios
reductos y kilómetros recorridos, en una extraña maniobra en la que participó
otro auto, se produjo el fatal accidente y puso fin a una vertiginosa carrera
que había puesto a "El Potro" en los primeros planos.
Como lógico
corolario, hubo en los medios un desfile de ex parejas, madre, mánagers y
supuestos amigos, todos peleando entre sí y enredados en conflictos y denuncias
varias. Pero, tal vez lo único y más importante, también abrió paso al mito del
hombre que vivió rápido, murió joven, pero se llevó puesta la medalla de rey
cordobés en casa ajena.
Fuente: Telam
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